El presidente Donald Trump tenía una política tan clara como errónea en materia del cambio climático, cercano como mínimo al negacionismo del mismo. Y también aplicaba una política de ‘America First’ que obligaba a las firmas europeas a potenciar la producción en Estados Unidos, a permitir que las americanas mantuvieran sus motores de gran cilindrada y que la transición a la electrificación fuera más lenta y pausada, sin necesidad de inversiones arriesgadas.